La auténtica Marie Bashkirtseff



Marie Bashkirtseff, foto coloreada.






Jean-Paul Mesnage y la revista Lunes (Lunas), en la cual apareció este artículo.

Jean-Paul Mesnage¹ es el presidente del Cercle des Amis (Círculo de amigos) de Marie Bashkirtseff, la asociación francesa que ha legado al público francoparlante la edición completa (dieciséis tomos) de su Diario y que desde 1986 viene trabajando en bien de su memoria.
Admirador desde la década de 1970, allá por 2002 escribió este interesante artículo con la intención de echar luz sobre la vida y la obra de Marie Bashkirtseff en un medio que, al igual que el de habla hispana de la actualidad, casi nada sabía de ella. Es ése precisamente el mérito que nos ha llevado a compartirlo en este blog.
Fue publicado en el N° 19 de revista francesa Lunes. Réalités, parcours, représentations de femmes (Lunas. Realidades, trayectorias, representaciones de mujeres).
Jean-Paul Mesnage nos dice que su perspectiva acerca de Marie Bashkirtseff ha evolucionado con el correr de los años. Esperemos, entonces, que en alguna oportunidad comparta con nosotros la de hoy en día.




Marie Bashkirtseff
Una mujer libre por fin revelada.


Joven rebelde, pintora inconformista, mujer emancipada, autora de un diario en el que cuenta toda su verdad, Marie Bashkirtseff, muerta en 1884 a los 26 años, permaneció sin embargo largo tiempo prisionera de una leyenda dolorosa y falsa. La censura en su Diario tardó cien años en levantarse para descubrir la palabra y el temperamento de una artista que deseaba ser libre en un momento en que las mujeres no lo eran.

La obra literaria y la personalidad de Marie Bashkirtseff ha permanecido mucho tiempo sofocada bajo el peso de la anécdota y del mito. A través de la leyenda lastimera propagada por la familia y por los editores de su diario íntimo, Marie no es más que la heroína anticuada de un destino conmovedor y breve: una chica genial pero tísica que intenta sobrevivir en las memorias gracias al arte, muerta luego prematuramente no sin dejar un diario que le entrega una gloria póstuma fulgurante.



Pero esas máscaras relumbrantes o patéticas han ocultado una personalidad menos evanescente y un diario más provocador que el que la leyenda permitía suponer: una mujer y una obra que se ha querido censurar para respetar las conveniencias que tutelaban el comportamiento femenino del siglo XIX. Porque la vida de Marie Bashkirtseff fue desde el principio el combate de una mujer y de una creadora que deseaba ser libre en una época en la cual las nociones de libertad y de placer no tenían lugar en el universo femenino: libre de rechazar el destino universalmente impuesto de esposa y de madre, libre de estudiar y de expresarse a través de una carrera, libre de satisfacer su sensualidad.


Insumisa desde la infancia


  El entorno de Marie, sin embargo, parecía un terreno fértil para la realización personal: bohemio, heteroclita, incluso equívoco. Marie nació el 24 de noviembre de 1858 en Ucrania, en una turbulenta familia de la pequeña nobleza. Pero vivió en Francia, entre una madre un tanto aventurera y una tribu de parientes, de sirvientes e institutrices, de amigos más o menos episódicos. Este medio, que rechazaba fácilmente las convenciones y la moralidad, no preveía para María más que la existencia unidimensional que entonces se asignaba a las mujeres. Se le quería también imponer los estudios parciales con los que la mayoría de las chicas de la buena sociedad tenían que contentarse mientras esperaban el matrimonio. Pero Marie se rebeló contra un sistema educativo que reservaba estudios serios para los muchachos: «¡La mujer DEBE recibir la misma educación que el hombre!», afirmó a los 14 años. Su envergadura intelectual no podía satisfacerse con algunos rudimentos de lenguas extranjeras, un poco de música y acuarela. Exige profesores del liceo y establece un programa de estudio en el que las matemáticas, la física y la química reciben un amplio espacio. Marie también quiso profundizar su conocimiento de los principales idiomas europeos y aprende latín y griego. Al mismo tiempo estudia dibujo, canto, piano, arpa y mandolina. «Tendré nueve horas y media todos los días todo incluido. Quiero trabajar como un buey.» (Diario, 14 de agosto de 1873).



Pero la constancia era imposible en una existencia regularmente perturbada por viajes inesperados, por las peleas y los escándalos que sacudían su entorno. «Me debo todo a mí misma, ellos sólo pagan por las lecciones», constatará Marie con menos de orgullo que de amargura. Aunque a menudo el programa fue puesto de cabeza por la misma Maríe, su gusto por la recogimiento estudioso no impidió una concepción más ligera de la vida. Con el mismo entusiasmo Marie disparaba con una carabina, se sumergía en el Mediterráneo, bailaba y gastaba un sin fin de bromas. Su apariencia física la acaparaba mucho. La toilette era para ella una manera de afirmar su libertad. Rechazó las obligaciones de una moda particularmente sobrecargada, tiránica y distorsionadora. A los vestidos pesados ​​e incapacitantes de la década de 1870-1880, contrastó un estilo personal, simple, fluido y amplio, liberador de un cuerpo por el que ella misma se extasiaba². La funcionalidad indumentaria no era el único objetivo de Marie: desafiar a la opinión pública era un ejercicio al que se libra toda su vida. Pero estas excentricidades no fueron más que la manifestación del conflicto que vivía una mujer cuando elegía expresar su personalidad en un contexto desfavorable para la expansión femenina.



    Marie rechazó al matrimonio y a la maternidad como únicas salidas aceptables. Segura de sus habilidades y decidida a demostrar su valía, quiso entregarse a una carrera, a un trabajo. Con una voz de mezzo-soprano, en primer término consideró ser cantante: «Estoy hecha para los triunfos y las emociones [...] Allí, puedo tener la satisfacción de ser famosa, conocida, admirada» (Diario, 9 de marzo de 1873). Pero los primeros síntomas de la tuberculosis rompieron prematuramente su voz y aniquilaron toda posibilidad de una carrera serie. Así que Marie decidió ser una pintora profesional. Fue una elección casi escandalosa para una chica: «No es conveniente ensuciarse los dedos», le dice su padre. Pero para realizarse, María estaba dispuesta a transgredir las reglas sociales.





Pintora iconoclasta


    Rápidamente se dio cuenta de las restricciones impuestas a las mujeres creadoras: «Lo que necesitamos es la posibilidad de trabajar como hombres y no tener que realizar hazañas para lograr lo que los hombres simplemente tienen. Nos preguntan con indulgente ironía cuántas grandes artistas ha habido. ¡Ah!, señores, las ha habido y es sorprendente, dadas las dificultades que encuentran.»³ 

Las mujeres no eran admitidas en la Escuela oficial de Bellas artes ni podían competir por el Premio de Roma⁴. Aquellas quienes querían convertirse en artistas profesionales solo tenían un recurso: inscribirse en la Academia Julian, uno de los pocos talleres privados donde los maestros de bellas artes impartían a las pintores mujeres la misma enseñanza que sus a compañeros masculinos. Sin embargo, hombres y mujeres trabajaron en diferentes espacios y, si bien los estudios eran idénticos, las capacidades de ambos sexos no eran consideradas equivalentes por los propios maestros. Marie cuenta que los profesores exhibían sistemáticamente las mejores obras femeninas en el atelier de los hombres «para hacerlos rabiar porque para ellos lo de las mujeres no es cosa seria» (Diario, 9 de octubre de 1878). Sorprendidos por la calidad de los primeros bocetos de Marie, dirán que ella no tenía «ni la mano, ni la manera, ni las disposiciones de una mujer» y que sospecharán que se estaba dejando influenciar por un pintor de su entorno, como si el talento y la fuerza no pudieran ser innatos en una mujer creadora.

Marie también sorprendió a estos maestros conformistas por la audacia de sus proyectos. Quería exhibir en el Salon una pintura que mostraba a una mujer desnuda sentada a horcajadas frente un esqueleto. Lo que quería expresar era su propio sufrimiento mientras escrutaba un esqueleto que representaba los estragos de la tuberculosis. Pero el director Julian redujo esta ansiedad fundamental a una «picardía», una «humorada inventiva» cuya exhibición pública haría «chillar, sobre todo si se sabe que es una mujer, una chica». Habría preferido que Marie representara el salón probador del diseñador de moda Doucet. Pero ella se negó a limitarse a escenas de género sentimental, social o familiar, tradicionalmente acordadas a las mujeres artistas.

Siempre enemiga de los compromisos, quería trabajar de una sola manera: la que ella eligió, incluso a riesgo de alejarse de los caminos conocidos. Optando por un mundo pictórico personal y original, se convirtió en la pintora de la calle y de sus miserias, que representó de una manera sólida, nerviosa, casi brutal. El público y los críticos, acostumbrados a una visión licuada, emotiva y aplacadora del proletariado, no siempre adhirieron a este alegato sin concesiones. Además, Marie desafió la miopía conformista de una época que pensaba que una joven no podía crear más que obras placenteras⁵ .

Marie Bashkirtseff, El paraguas.

Pintora de la calle, pintora de la infancia, Marie Bashkirtseff fue también la pintora de la mujer. Pero ella no quería representar a mujeres mundanas al estilo de Sargent, ni a ninfas para decorar chimeneas. Se orientó a la temática de la mujer solitaria, abandonada: las Mujeres Santas junto a la Tumba, Ariana, Nausicaa, pero también mujeres anónimas recogidas en una meditación personal y aisladas en un espacio oscuro y cerrado, descartando todo efecto visual. Tal vez Marie intentaba traducir plásticamente su propia desamparo, su propio aislamiento emocional, intelectual, pero también social, como resultado de la sordera que se manifestó durante los últimos dos años de su vida.

«Envidio la libertad de caminar sola»


La obra de Marie Bashkirtseff está hoy dispersa en los museos más grandes del mundo. Pero durante una parte del siglo veinte sufrió el ostracismo que golpeó al arte que no pertenecía a la vanguardia impresionista. Sin embargo, la mayoría de estas pinturas atestiguan que Marie Bashkirtseff asimiló perfectamente la modernidad de su tiempo, incluso si solo se percató tardíamente de las contribuciones de la vanguardia. Su factura es amplia, nerviosa, vehemente, más centrada en la representación general que en la descripción detallada. En sus retratos, por ejemplo, todo se reduce a lo esencial: se especifican el volumen y los detalles del rostro, pero el resto se reduce a breves indicaciones donde apenas subsiste la huella del pincel.


Marie pintó como vivió: poderosamente. El arte no absorbió todas sus capacidades de acción. Leyó mucho, escribió proyectos para obras de teatro y novelas, viajó por toda Europa, corrió por la vida mundana, enhebró flirts e idilios. Comparada con sus contemporáneas, Marie Bashkirtseff fue relativamente independiente. Sufrió, sin embargo, las restricciones físicas que las convenciones imponían a las chicas: «Lo que envidio es la libertad de caminar sola, de ir, de venir [...] he ahí la libertad sin la cual no se puede ser una verdadera artista. ¿Creen ustedes que se puede sacar provecho de lo que vemos cuando estamos acompañadas o cuando, para ir al Louvre, hay que esperar a su coche, a su señorita de compañía o a su familia? ¡Ah!, demonios, ahí es cuando rabio por ser mujer!»Diario, 2 de enero de 1879).

Marie Bashkirtseff, Mujer joven con ramo de lilas.

Marie quería alterar los hábitos de un siglo XIX en el que las mujeres rara vez encontraban el lugar que querían. Se sintió, por tanto, obviamente preocupada por la lucha de la emancipación femenina. En 1880, se unió a la asociación Droit des femmes (Derechos de las mujeres) fundada por Hubertine Auclert quien, ese año, se negó a pagar sus impuestos porque no era considerada una ciudadana por completo: «No puedo ser nada y alguien a la vez. No puedo ser inexistente cuando se trata de votar y existir cuando se trata de pagar»«No tengo derechos, por lo que no tengo ningún cargo, no voto, no pago». Ese mismo año, Hubertine Auclert se excluyó del censo: «Si no contamos, ¿por qué nos cuentan?», pregunta La Citoyenne (La Ciudadana), el periódico fundado por Hubertine Auclert en 1881, de la cual Marie Bashkirtseff fue una de las accionistas. También fue una de las primeras en publicar artículos, especialmente sobre mujeres artistas: «No sorprenderé a nadie diciendo que las mujeres están excluidas de la Escuela de Bellas Artes, ya que también lo están de casi todas partes [...] No empecemos con la cantinela de la mujer a la cocina, ¿les parece? No todas la mujeres son artistas, de la misma manera que no todas quieren ser diputadas. Es de un muy pequeño número de lo que se trata, que no le roba nada a la famosa cocina, ustedes lo saben muy bien [...] Aún esperando provocar una sonrisa, diré que las mujeres arquitectas o grabadoras no serán más inauditas que las mujeres médicas o que los hombres costureros. Cada cual debe tener la libertad de elegir la carrera que le convenga.»

Marie Bashkirtseff, pincel en mano.

Pero la vida cotidiana de Marie siempre fue una lucha por una mantener una autonomía que los objetivos matrimoniales de su familia constantemente desafiaron. Se negó a casarse con el príncipe Soutzo, con el diplomático Gabriel Géry, con el diputado Janvier de la Motte, cuya familia la estimó «como una potranca para un acaballadero» (Diario, 26 de noviembre de 1876). Marie no se oponía a la vida en común, aunque habría considerado voluntariamente una unión libre, incluso amores múltiples con sus placeres. Lamentó la desigualdad sexual de hombres y mujeres: «Si yo fuera un hombre sería un mujeriego, porque los hombres no están obligados a resistir ... las tonterías que pasan por la cabeza.» (Diario, 6 de agosto de 1882); «En cuanto al amor físico sería muy curioso conocerlo, incluso creo que debe contribuir a restablecer el equilibrio de una existencia» (Diario, 13 de julio de 1883). Pero en el contexto social y moral de la época, esas elecciones de vida eran impensables para una dama de buena sociedad. Sin embargo, detrás de la pantalla de las costumbres, Marie actuó con sorprendente libertad; para escapar de una familia intrusiva y sofocante, para encontrar su plenitud entre las exigencias de una sociedad encopetada y su frenética necesidad de independencia, proyectó casarse con un homosexual rico y con título nobiliario: «Realmente sería una hermosa existencia, ¡como ser viuda!» Pero renunció por miedo al ridículo. Prefirió confiar en su talento para obtener libertad y autonomía económica: «¡El arte! Me lo imagino como una gran luz allá, muy lejos, y me olvido de todo lo demás. Caminaré con mis ojos fijos en esta luz» (Diario, 23 de agosto de 1877).


Mutilada hasta después de la muerte por la censura de su Diario.


Sus pinturas fueron expuestas en el Salon de Paris, a veces premiadas y reproducidas por la prensa. Marie se arroja a la escultura aunque sabía que la enfermedad no le daría tiempo para crear una obra importante. Sin embargo no quería morir sin dejar nada detrás de ella: «¡Morir como un perro!, como han muerto cien mil mujeres cuyo nombre apenas está grabado en una tumba» (Diario, 17 de agosto de 1877). Deposita todas sus esperanzas en el diario íntimo al que ha confiado sus ambiciones, sus rebeldías, sus deseos más secretos desde la edad de 14 años. Para salvarlo del olvido, quiso confiárselo a un escritor famoso. Pero no pudo confesarle su angustia ante la muerte y su deseo de sobrevivir. Intrigado por este corresponsal anónimo, sólo Maupassant respondió. Intercambiaron trece cartas. Luego, chocada por el tono del novelista, Marie se negó a reunirse con él y se rompió.


Marie Bashkirtseff, Un meeting.

Durante el verano de 1884 su salud declinó. Su voluntad de sobrevivir a través de la gloria se convirtió en obsesión: «Pero si no soy nada, si no debo ser nada, ¿por qué estos sueños de gloria desde que tengo uso de razón?» (Diario, 25 de junio de 1884); «¡Tantas aspiraciones, tantos deseos, de proyectos, de... para morir a las veinticuatro años, en el umbral de todo!» Diario, 30 de agosto de 1884). Se extinguió el 31 de octubre.

El día después de su muerte se inició un proceso de normalización. Con asombrosa unanimidad los periódicos entregaron un retrato convencional de esta mujer que tan poco tenía de eso; aseguraron que Marie Bashkirtseff no era una artista profesional sino simplemente una mujer rica (Le Figaro incluso especificó el monto de sus rentas), que había comenzado a pintar por despecho, luego de haber sido abandonada por su prometido. Esta revisión conformista se completó con la publicación de una versión expurgada del Diario de Marie en 1887.

Marie siempre había deseado que sus escritos íntimos salieran del área privada: «Sea lo que sea en que me convierta, legaré mi diario al público»; «Es precisamente porque espero que me lean que soy absolutamente sincera. Si este libro no es la exacta, la absoluta, la estricta verdad, no tiene razón de ser. No solo digo siempre lo que pienso, sino que no he pensado ni por un momento en ocultar lo que podría parecer ridículo o desventajoso para mí.»

Es precisamente esta exigencia de sinceridad lo que incomoda a su familia y a sus editores. Evidentemente, tal como aparecía en su diario, Marie era una mujer fuera de lo normal, «inadmisible» para su tiempo. Pero, ¿aún así había que desnaturalizar su personalidad y mutilar su obra hasta ese punto? Se practicó una verdadera falsificación del manuscrito original. No fue suficiente hacer una selección de las 19,000 páginas, ni disimular las ignominias de la familia, los juicios mordaces o retratos de una precisión descriptiva formidable. Todo lo que iba en contra de la imagen estandarizada de las mujeres fue censurado. Se suprimieron palabras, las frases fueron edulcoradas y episodios esenciales resultaron silenciados. Así, el Diario publicado no hace mención de la mayoría de los coqueteos de Marie o, por supuesto, lo que ella llamó sin rodeos su deseo de «tocar al hombre» (Diario, 29 de octubre de 1875). Sus opiniones políticas y actividades feministas también fueron calladas.

Una desmitificación tardía


Después de haber luchado tanto contra las convenciones que aletargaban la personalidad de las mujeres, Marie fue mutilada después de su muerte en nombre de esas convenciones. Al final de ese trabajo de mistificación, Marie Bashkirtseff se convirtió en una heroína conmovedora, lo suficientemente original como para despertar el imaginario colectivo pero sin dañar las convenciones: para Maurice Barrès, Gladstone, François Coppée y muchos otros, Marie no fue sino «una niña prodigio», «cándida y apasionada», una «virgen efímera», una «pálida y ardiente niña» cuyo «nombre coronado de luz continuará hasta el fin de los siglos». El éxito de los fragmentos censurados del Diario fue prodigioso: las ediciones se sucedieron hasta 1981. La publicación de las Cartas, en 1891, y luego la de los Cahiers Intimes (Cuadernos íntimos) en 1926, corroboró la imagen simplista que han queido imponer de Marie.


    Pero en 1985, el mito obsoleto se hizo añicos: Colette Cosnier reveló el engaño en la primera biografía objetiva de Marie⁷. La lectura del manuscrito depositado en la Biblioteca Nacional de Francia le reveló un texto incandescente en el que una mujer y una creadora se rebeló contra las prohibiciones impuestas por un siglo para el que ella era una extraña. Ginette Apostolescu realizó la transcripción completa de este Diario, bajo la dirección de Michel Fleury, presidente honorario de la École Pratique des Hautes Etudes⁸. Otras mujeres se han consagrado a trabajar sobre la obra y la personalidad de Marie Bashkirtseff: Lucile Le Roy publicó una edición anotada de una parte del Diario⁹, y Martine Reid editó la correspondencia de Marie¹° ; una selección de textos del diario ha sido traducido al inglés por Katherine y Phyllis Kernberger, en holandés por Marianne Kaas y en ruso por Natalia Popva. En 2001, el Diario fue objeto de dos nuevas adaptaciones teatrales: Marie, de Sylviane Tille, en el escenario del teatro suizo des Osses, y Marie la Blanche de Niels Arestrup, en el teatro Lucernaire de París¹¹. En internet, aparecen sitios dedicados a Marie Bashkirtseff.

    Finalmente se le otorga la palabra a una mujer y una artista que deseaba ser libre en una época en que las mujeres no lo eran.  ⬜



© Jean-Paul Mesnage
Presìdente del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff.
m.bash@laposte.net




Notas : 

¹ Autor en particular de una maestría en Artes plásticas sobre las Contradicciones en la represención de la mujer durante el segundo Imperio (Universidad de Paris VIII), y realizador de un website dedicado a Marie Bashkirtseff. 
Jean-Paul Mesnage es además el autor, junto con Maï Perben, del libro Marie Bashkirtseff. Mon Journal. Morceaux choisis 1873-1884, Textos escogidos del Diario de Marie Bashkirtseff, edición del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff, Cherbourg, 2012.

² «Soy capaz de permanecer horas enteras en mi sala de toilette, desnuda frente al espejo. Jamás se ha visto semanajte blancura, fineza y elegancia de formas.» (Diario, 20 de julio de 1875).

³ Les femmes artistes (Las mujeres artistas), artículo publicado por Marie Bashkirtseff (bajo el pseudónimo de Pauline Orell) en La Citoyenne (La Ciudadana), N° 4, marzo de 1881, págs. 3-4. 

⁴ El Premio de Roma consistía en una beca de tres años para estudiar arte clásico en Italia. Era el más importante del mundo a nivel artístico.

⁵ En el momento de exponer su célebre Meeting (actualmente en el museo d'Orsay), Marie escribía : «Me reía pensando que nadie de toda esa gente iría a buscar al autor en la chica elegante sentada allí y mostrando sus piececitos tan bien calzados» (Diario, 30 de abril de 1884). De hecho, un visitante toma la M. por la abreviatura de monsieur y exclama: : «¡Vaya! Es un hombre muy sólido ese señor Bashkirtseff.»

⁶ Marie Bashkirtseff (Pauline Orrel), «Les femmes artistes» (Las mujeres artistas) op. cit, marzo de 1881. 

⁷  Colette Cosnier, Marie Bashkirtseff. Un portrait sans retrouches, (Un retrato sin retoques) Paris, Horay, 1985, 354 págs. 

Marie Bashkirtseff, Mon Journal (11 de enero de 1873–12 de diciembre de 1876). Texto integral transcripto por Ginette Apostolescu bajo la dirección de Michel Fleury, editado por el Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff, Montesson, tomos I à XVI, 1995-2005.

⁹ Marie Bashkirtseff, Journal (26 de setiembre de 1877–21 de diciembre de 1879). Texto transcripto por Lucile Le Roy, Paris, l'Age d'Homme, 1999, 1014 p. 

¹°  Marie Bashkirtseff, Correspondance (Correspondencia), présentada por Martine Reid, Actes Sud, 90 p. 

¹¹  Estas adaptaciones fueron precedidas por otras cuatro: Le journal (El Diario) de Marie Bashkirtseff de Victor Viala, 1984, Teatro Essaïon (Paris); Mademoiselle Marie d'Isabelle Habiague, 1991, Petit Odéon (Paris); A quoi bon mentir (Para qué mentir) de Geneviève Novellino y Benoît Lavigne, 1994, Teatro Tremplin (Paris); Marie Bashkirtseff ou le journal d'une artiste peintre (MB o el diario de una pintora) de Daniel de Césare, 1998, Teatro del Petit Merlan (Marseille). 



Marie Bashkirtseff 
En palabras



«Dios me hizo mujer para impedirme las locuras que yo querría hacer.»
(Diario, 4 de julio de 1873).

«No tengo entonces otro objetivo en la vida que el de vestirme o más bien el de desvestirme con tanto arte, adornarme la cabeza con follaje y pensar al efecto?» 
(Diario, 3 de julio de 1876).

«Estoy más furiosa que nunca por haber sido condenada a la oscuridad de la carrera femenina.»
(Diario, 10 de marzo de 1879).

«Querría ser hombre. Sé que podría convertirme en alguien. ¿Pero con faldas, dónde quieren que vaya? El matrimonio es la única carrera de las mujeres; los hombres tienen treinta y seis posibilidades, la mujer sólo una, el cero, como la banca [...] Jamás me sentí tan sublevada contra el estado de las mujeres [...] Rezongo por ser mujer porque de mujer sólo tengo la piel.»
(Diario, 30 de setiembre de 1878). 

«¡Sé buena chica, buena madre de familia!, me dicen, limítate a ese horizonte. ¡Eso es, embrutécete!» 
(Diario, 11 de octubre de 1878).

«¡Pobres mujeres! Cuánto de esfuerzos, de fiebre, para saber eso que aprenden naturalmente la mayoría de los hombres.»
(Diario. 23 de diciembre de 1877). 

«Ustedes no quieren instruirnos y emanciparnos porque creen que desertaremos del hogar, que ya no zurciremos sus calcetines. ¡Tranquilícense!  Haremos la sopa y zurciremos pero cuando el hombre regrese a su casa encontrará una mujer capaz de comprenderlo.»
(1881. Fragmento de un texto sobre la mujer y el arte.) 

«Hay sin dudas demasiadas mujeres artistas, se dirá, la mujer está hecha para el hogar, pero lamentablemente no es quitándole el medio de satisfacer una noble pasión que les dará deseos de hilar la lana.»
(1881. Fragmento de un texto sobre la mujer y el arte.) 

«La República es, junto con la igualdad entre el hombre y la mujer, la única cosa en el mundo a la que estoy sinceramente apegada.»
(Diario. 14 de noviembre de 1880).

«Un hombre hace de todo, después se casa y es algo natural. Pero que una mujer se atreva no digamos a hacer de todo sino apenas una nadería y será lapidada. ¿Por qué?»
Diario, 27 de setiembre de 1875

«Pero, dirán ustedes, mujer superior que eres, ¡otórgate esa libertad! Es imposible porque la mujer que se emancipa así, la mujer joven y bonita se entiende, es puesta en la lista negra [...] y, por consecuencia menos libre que aquellas que no se enfrentan a las costumbres idiotas.»
Diario, 20 de junio de 1883. 





Marie Bashkirtseff Dixit: ¡Las mujeres nunca serán más que mujeres!... Y, sin embargo… si se las educase de la misma manera que a los hombres, la desigualdad que deploro no existiría y no quedaría más que aquella que es inherente a la naturaleza misma. (Jueves 2 de enero de 1879)




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  4. I love the way in which the author expresses with so much feeling the injustice and discrimination that was had towards the women and the desire of rebellion that felt when being oppressed. It really helps to value women for everything they do and can do, at the same time to reflect on changing women's reality every day

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  5. María Clara Montoya López
    - In my opinion I think that women have been very devalued now, because there are many more cases of violation of their rights ... The view of humanity towards women is that they are someone who only cares for their needs, take care of their children and serve your husband ... and no!
    The woman has to be taken as someone who fights, who also dreams, who wants and wants to be happy, we should be very proud of that beautiful role we have here on earth.

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