El admirado René de Saint-Marceaux




El escultor René de Saint-Marceaux en su atelier, óleo sobre tela de Paul Mathey. En el centro, su magnífico mármol La música en el que, según la autora de estos artículos, podría estar representada a Marie Bashkirtseff. A la derecha, el Autorretrato con paleta, con arpa de fondo.



Lucette Turbet
    René de Saint-Marceaux, en sus tiempos  gran rival de Rodin, hoy día sin embargo ha caído en el olvido, como tantos de sus ilustres contemporáneos. Saint-Marceaux fue el escultor más admirado por Marie Bashkirtseff, una amistad los unió y entre ellos floreció además una relación maestro-alumna cuando ella decidió sumergirse en el mundo de la escultura. Luego de la muerte de Marie, René de Saint-Marceaux esculpió su busto póstumo y, nunca lo sabremos, tal vez la homenajeó en otras dos esculturas, una de ellas muy importante. Lucette Turbet, presidenta de la Asociación René de Saint-Marceaux, ha escrito estos dos artículos sobre el vínculo que los aproximó. ¹




Marie Bashkitseff
en la obra de René de Saint-Marceaux



        A los veintidós años Marie estudia pintura en la Académie Julian y expone en el Salon de 1880. Sale adelante honorablemente en esta disciplina artística aunque se siente atraída por  todas las artes: se había entregado al canto, que debió abandonar a causa de sus cuerdas vocales, deterioradas por la tisis; tocaba el piano como todas las muchachas de buena familia de la época y aprendió arpa y cítara, luego quiere intentar con la escultura.

    Provoca entonces el encuentro con el escultor más célebre de París, ésto a causa del Genio guardando el secreto de la tumba del Salon de 1879 y, el año siguiente, por el famoso Arlequin. Aquel 19 de octubre de 1879 marca un punto de quiebre en ambas vidas. A partir de esa fecha, Saint-Marceaux aparece mencionado un gran número de veces en el Diario y en las Cartas de Marie, tanto que resulta sorprendente, yo diría incomprensible, que los exegetas de los textos de la joven artista rusa no revelen casi nunca el nombre de su escultor preferido. René es, sin embargo, el rival de Bastien-Lepage en las páginas escritas por Marie aunque fue totalmente ocultado. ¿Por qué?

René de Saint-Marceaux, Genio guardando el secreto de la tumba.


    La joven brinda ella misma, tal vez, la razón de este olvido «Es un verdadero artista aún siendo un hombre de mundo (punto sobre el cual monsieur de Morgan insiste siempre como para excusar a Saint-Marceau de ser artista, "buena familia", "gran fortuna")» La diarista escribe excusar en itálica para resaltar bien la intención oculta en las palabras de Morgan, citadas entre comillas. Para decirlo sin eufemismos, la fortuna excluía el talento a los ojos de algunos —entre ellos los de monsieur de Morgan— y Saint-Marceaux ha sufrido ese prejuicio toda su vida.

René de Saint-Marceaux, Arlequin.

    Marie resultó conquistada por el joven mestro y Saint-Marceaux habrá de seguir de cerca entonces su trabajo, la guiará y la alentará como si se tratase de un aprendiz, sin poner por delante que ella es una mujer, que la escultura está por encima de las fuerzas de las mujeres, que esculpir es sucio y malsano para las mujeres, etc... El artista va a desafiar las ideas establecidas, propagadas en todos los medios de este fin de siglo XIX, en las que las «personas del bello sexo» hacían muy mal al intentar ser aceptadas en los medios masculinos y machistas. Marie aprecia su actitud y sus consejos: «me da instrucciones precisas y yo obedeceré religiosamente». «Desde ayer a la mañana tengo un modelo para hacer escultura en bulto redondo, a partir de las indicaciones de Saint-Marceaux.»

    Entre 1879 y 1884, esa buena sociedad le reclama a Marie un busto de Saint-Marceaux, ya célebre, una obra firmada por su mano. Marie piensa desde 1880 encargar su estatua  para conservar una imagen de su belleza presente pero «eso cuesta muy caro, al menos diez mil francos, sólo por el modelo en yeso, porque ustedes saben que lo hará Saint-Marceaux.» 

    Ella, sin dudas, no tuvo tiempo de hacerle este encargo aunque el busto intitulado por Saint-Marceaux «Mademoiselle B.,  hacia 1880» puede aproximarse a fotos conocidas de Marie.

René de Saint-Marceaux, a la izquierda, Mademoiselle B., 1885 y algunas similitudes con el busto póstumo de Marie Bashkirtseff que el escultor habrá de ejecutar.

    Por supuesto, la estatua luce una sonrisa ausente de las fotografías, pero este arte estaba todavía en sus balbuceos y las sesiones de poses se extendían por un cierto tiempo hasta impregnar la película. ¿Cómo sostener una sonrisa durante varios minutos?, el esfuerzo tornaría a la mueca. Y Marie escribe que gusta de reír: «en fin, es una serie de días alegres, canto, charlo, río...» a pesar de los fastidios de su salud.

    De seguro, ella se deslustrará con el paso del tiempo pero René ha conocido una muchacha viva, ardiente, seductora, feliz de pintar y luego de esculpir. Por qué no se podría haber inspirado en ella, por su propia cuenta, por su propio placer, tal como él ha transformado a sus allegados, a sus vecinos, a desconocidos en modelos de arcilla, luego en yeso, mármol o bronce?

    La forma del escote de la blusa y el pequeño volante que lo bordea son similares a una de las fotos en las que Marie está de pie, delgada, en un vestido muy coqueto. ¿Se habrá inspirado acaso en ese busto para responder al encargo  de una alegoría de la música para el castillo de Ferrière?

Marie Bashkirtseff en 1879

    La similitud del peinado elevado sobre la nuca con una banda sobre la frente recuerda inmediatamente el retrato de Marie.

    El busto destinado al mausoleo de la alumna de Saint-Marceaux recuerda indefectiblemente al Autorretrato con paleta de Marie. Los instrumentos de trabajo, los colores y los pinceles están igualmente presentes sobre el pedestal. Se distingue en segundo plano de ese cuadro un arpa, instrumento que toca La música de Saint Marceaux.



    Los elementos concuerdan muy bien para ser fortuitos y si tuviésemos necesidad de una prueba menos hipotética, estoy convencida de que el profundo apego de los dos jóvenes artistas ha dejado allí las huellas que nosotros debemos saber señalar.

    Desearíamos que cada lector o lectora comparta con nosotros sus reflexiones, su íntima convicción, teniendo en cuenta sus conocimientos de ambos artistas. Un intercambio podría enriquecer la reflexión global y hacer avanzar, tal vez, a conclusiones más seguras, basadas sobre documentos o elementos que estaríamos felices de descubrir. ⬜

© Lucette Turbet
Presidenta de la Asociación René de Saint-Marceaux
lucette.turbet@laposte.net



© Crédito de las fotografías de las esculturas «Mademoiselle B.» y «La música»: Lucette Turbet, prohibida la reproducción sin previa autorización: saint-marceaux @orange.fr  





René de Saint-Marceaux
y Marie Bashkirtseff


    René de Saint-Marceaux (1845-1915) y Marie Bashkirtseff se encontraron por primera vez en 1879. La joven artista rusa llegada a Francia en 1870 habría deseado convertirse en cantante de Ópera pero la enfermedad deterioró su voz; ella practica sin embargo la música estudiando piano, arpa y cítara y se vuelca a la pintura. La época no es muy favorable para las mujeres que se lanzan a una carrera; ellas no son admitidas en la Escuela de Bellas Artes y deben orientarse hacia atelieres privados pero son muy poco numerosos los que aceptan a muchachas, ¡la Academia Julian de París es una de las pocas en Europa! Marie busca apoyos y consejos en su entorno.

     ¿Por qué se inclina hacia Saint-Marceaux? ¿Tal vez a causa de la medalla de honor que él obtuvo en el Salon ese año con el Génie gardant le secret de la tombe (Genio guardando el secreto de la tumba)? El Diario de Marie Bashkirtseff no da la respuesta a esta pregunta pero describe el encuentro el 19 de octubre de 1879. Para intentar obtener una opinión más imparcial, Marie le cuenta a Saint-Marceaux una historia inventada a propósito de su hermano (ella tiene un hermano, Paul) de quien le estaría aportando sus dibujos para conocer su valía.

    El artista, fino psicólogo, percibe la astucia; pide ver los dibujos y los alaba mucho. Luego pone a Marie en guardia: en sus comienzos, él mismo se presentó ante François Jouffroy (1806-1882) y la primera pregunta que aquél le plateó fue: «¿Tiene usted de qué vivir?» porque no hay que contar con la escultura para ganarse la vida. He ahí la aprendiz pintora prevenida: ella no debe esperar vender sus cuadros. Pero, habiendo optado por la pintura, ¿por qué se dirigió a un escultor? ¿Dudaba la muchacha entre la pintura y la escultura? Sus producciones durante su corta vida responden afirmativamente porque ella ha pintado pero también ha dejado una obra escultórica.

     Marie, 21 años, en todo momento coqueta, se había vestido «modestamente pero con chic» ese 19 de octubre de 1879.

    Ella describe a Saint-Marceaux «pequeño, castaño, una barba negra, un cráneo calvo, un tinte mate, pálido. Sólo tiene 32 años». Y prosigue el 8 de noviembre: «Ojos magníficos y en su persona algo vívido, algo de emotivo, como un pesar o una tristeza. De talla pequeña pero nerviosa y con pies aristocráticos. Tiene un caniche, ratones blancos. Nada de pose por ejemplo, nada de Carolus-Duran».

    Ella parece encantada con el escultor; ¿acaso es el hombre joven que la atrae? Hay que recordar que Marie persigue la idea de casarse, y de casarse bien en lo posible. ¿O acaso es el artista el que la seduce? El Diario expone sus vacilaciones entre la pintura y la escultura y entre varios jóvenes en vista, provistos de una cierta fortuna, políticos, escultores y pintores.

    El Salon de 1880 marca una etapa importante en la obra de René de Saint-Marceaux: el Arlequin es expuesto en el Salon a pesar de sus defectos, yeso recubierto de bronce en el que la fundición ha resultado totalmente malograda.

    El recibimiento del público es sin embargo entusiasta y la buena sociedad que frecuenta el Salon parece prendada del «arlequinismo» según ciertos periódicos. ¡Un triunfo! Marie Bashkirseff no escapa a este arrebato, ella eleva la estatua a las nubes en una de sus cartas: «¿Qué es la pintura, incluso la más bella, la más grande, cuando se ha observado al Arlequin? ¡Miseria, remilgo, engaño, decadencia!» Ella alaba «la ejecución sin rival», «la alta filosofía», «la obra maestra»; «es la más alta expresión del genio espiritual y satírico»; «la sublime alegoría sacude, vibra, los músculos se estremecen sobre las piezas de una vestimenta ceñida».



     La joven no se escandaliza como lo han hecho ciertos críticos por la crudeza del sexo en relieve y las nalgas dibujadas lo más cercano a la anatomía masculina.

    El Arlequin «la boca riendo torcida, se mofa de la humanidad» y ella no silencia los elogios unos más ditirámbicos que otros: «Es fino, es profundo, es formidable, es grandioso». Es demasiado para una sola carta, se dice, por glorificar únicamente la obra, ahí se mezcla ciertamente una profunda admiración por el autor, tal vez un sentimiento afectivo. Ella defiende el personaje de la Comedia del arte en su Diario cuando «es despellejado» y tratado como obra de un hombre mundano.

    Se indigna «de que lo comprendan tan mal», hace esa referencia para juzgar a la sociedad: «Qué despreciable es el mundo, cuánta razón tiene el Arlequin de Saint-Marceaux. Saint-Marceaux mismo asegura que el mundo es una vasta residencia de alienados...»

    Esta estatua y su autor han impresionado realmente a Marie y se convierten en una referencia para ella.

    1880 es también para Marie un año capital: por primera vez expone en el Salon. Estudia pintura desde hace un poco más de dos años y se plantea el desafío de hacer una obra lo suficientemente correcta para ser aceptada: es La cuestión del divorcio. Este cuadro representa a su prima Dina Babanine, una mesa, un libro, flores pero ella se desconsuela: «el brazo derecho es demasiado largo de tanto reformar los hombros y la cabeza. Tiene cinco centímetros de más y yo, la dibujante severa, yo me siento humillada frente a un escultor como Saint-Marceaux». Después de una prórroga de seis días para enviarlo, es recibido y presentado pero ella se decepciona por su emplazamiento.

Marie Bashkirtseff, Muchacha leyendo La cuestión del divorcio.


    La estima del escultor es importante para Marie. Ella querría que «hombres como Saint Marceaux vean a alguien en mí». Ella ama sus producciones, confía en él: cuando proyecta hacerse esculpir escribe: «Cuesta muy caro, al menos diez mil francos sólo por el yeso porque ustedes se imaginan quien lo hará: Saint-Marceaux». Ella es «entusiasta de Saint Marceaux» y él influencia sus impulsos creadores: «¡La pintura, Saint Marceaux! ¡Oh! Quiero modelar apenas esté el cuadro terminado. ¡Oh! ¡¡Me siento una potencia!!»


    En agosto de 1881 visita a «Falguière, el escultor», Falguière conoce a Saint-Marceaux, que había sido su joven vecino de atelier en el 68 de la calle d'Assas.

Alexandre Falguière
por Alexis Axilette.
    ¿El debutante de entonces habrá aconsejado a Marie ver al maestro Falguière? Marie cuenta otra vez una historia pero esta vez se dice norteamericana para tener una opinión objetiva de sus dibujos. Alexandre Falguière los aprecia y la dirige a un atelier donde él imparte consejos aunque le propone también, si ella no estuviese satisfecha con el atelier, de que le aporta sus dibujos o de visitarla él mismo para prodigarle sus consejos. Ella lo aprecia: «Bueno, es gentil. Pero para eso tengo a Saint-Marceaux a quien adoro y me contentaré con el atelier...»

    A partir de esta reflexión, René guía regularmente su trabajo. ¿Será para estar cerca de él que ella se muda a la Plaine Monceau, abandonando los Campos Elíseos por el 30 de la calle Ampère el 22 de junio de 1882? «No se podía soñar nada mejor...  y la residencia se ve desde la avenida de Villiers».
    Instalada allí para trabajar, ella dibuja: «Saint-Marceux lo dijo, mis dibujos son dibujos de escultura y yo he amado siempre la forma por encima de todo».

Jules Bastien-Lepage

    El 31 de diciembre de 1882 ella va a ver una exposición de «Bastien, Saint-Marceaux y Cazin. Ex la primera vez que veo la pintura de Cazin y me ha conquistado, es poesía pero El aterdecer en el pueblo de Bastien no se queda atrás...»


Jules Bastien-Lepage, Atardecer en el pueblo.

    Ella pasa «una hora preciosa» y admira siempre las obras de Saint-Marceaux: «es vívido», «de una verdad absoluta», «hay allí una profundidad de pensamiento, una intensidad de sentimiento, un no sé qué de misterioso que no hace de Saint-Amand un hombre de inmenso talento sino un artista de genio. Sólo que él es joven todavía y está vivo, he ahí por qué yo parezco exagerar. Por momentos lo colocaría por encima de Bastien. Es una idea fija en este momento, necesito un cuadro de uno y una estatua del otro».

    He ahí a Marie atrapada por dos inclinaciones, una por «Saint-Marceaux que no parece verme aunque me esté hablando» y otra por «Bastien, que me ha mirado tan bien», una por la forma y otra por el color: «Nací escultora, amo a la forma hasta la adoración, jamás el color puede tanto de disfrute como la forma, aún cuando yo estoy también loca por el color».

    Ella cede, el 27 de febrero de 1883, a la pasión por la forma y modela un boceto de treinta centímetros de alto: «Mi figura es una mujer de pie que llora, el rostro entre las manos. Ustedes conocen ese movimiento de los hombros cuando se llora».

Marie Bashkirtseff, Dolor de Nausicaa.

    Ella está atrapada al mismo tiempo entre dos artes, la escultura y la pintura, y entre dos sentimientos: la tentación de seducir a Saint-Marceaux y la «locura de amistad» por Jules Bastien-Lepage.

    Lamentablemente, el escultor «de la cabeza a lo Shakespeare» como ella lo llama, «trabaja enormemente» y «sale muy poco en sociedad», lo cual no es para nada el estilo de Marie.

    Ella compra sin embargo un Arlequin de bronce aunque deplora  «ha llegado un poco tarde, lo necesitaba en el momento en que estaba embalada... Y Bastien, es un deseo infantil que sea mío. ¿Y qué haré con él?...»

    Ella juega con los sentimientos afectivos de Jules Bastien-Lepage poniéndolo celoso de Saint-Marceaux: «En preciso que crea que adoro a Saint-Marceaux más que a él, artísticamente, por supuesto.»  Y Jules se burla de su «rival» a la vista de un huevo porque Marie una vez dibujó «al ilustre escultor como un huevo dentro de una huevera». La chica trabaja en un cuadro que todavía no se llama Un meeting y en sus Mujeres santas.

    Ella descubre en una visita a Saint-Marceaux, el 29 de mayo de 1883, el boceto de lo que será la Bailarina árabe, momento importante para Marie que aprecia «la danza, o una mujer que danza, una danza lenta, algo oriental y de un Oriente original y encantador» y que escucha con con felicidad las palabras del artista en las cuales reconoce sus propios pensamientos, sus reflexiones, sus dudas.

René de Saint-Marceaux, bailarina árabe.

    Ella escucha atentamente las precisas instrucciones que él le imparte mientras observa divertida el caniche y el loro azul del escultor.

    La familia de Marie discute a la noche acerca de esta entrevista y considerando el físico y la actitud de Saint-Marceaux llevan a considerar que podría ser judío: ¡a no frecuentarlo más, entonces! «Visita a los Rothschild, hizo el busto del padre Hecht, nunca cena en la ciudad con el pretexto de un mal estómago.»

    En efecto, Saint Marceux participa en esa época en la decoración del castillo de Ferrières, magnífica propiedad de los Rothschild por su jardín y su lujo interior, concebido por Eugène Lami (1800-1890). René esculpe un maravilloso mármol blanco, una alegoría de la música.

Interior del castillo de Ferrières, en lo alto, La música, mármol de Saint-Marceaux.

    Pero la muchacha no verá este «ángel» ligero y gracioso que toca el arpa, el óvalo del rostro alargado por un rodete ligero y rodeado de mechones rizados, la mirada decidida, la nariz fina, los labios apenas entreabiertos en una semi sonrisa o  un acompañamiento vocal, el pecho joven y firme descubierto por el movimiento de vuelo del vestido drapeado que revela el hombro izquierdo en el adelantamiento de todo ese costado conducido por el pie que se escapa de los pliegos; las dos manos acarician las cuerdas del gran instrumento instalado en el hueco del hombro derecho y estiran hacia adelante el cuerpo un poco ahuecado a nivel del talle...
    El conjunto es equilibrado, armonioso, apaciguado como lo son las notas cristalinas del arpa.



    No puede uno evitar encontrar una similitud entre esta estatua y ciertas fotos de época que representan a Marie; el tipo de peinado con rodete ligero y mechones rizados alrededor del rostro es absolutamente parecido.

Retratos de Marie Bashkirtseff. Abajo a la izquierda, escultura de Michel de Tarnowsky, 1914.

    La Música apareció en el Salon de 1885 pero la tuberculosis fue más fuerte que la muchacha el 31 de octubre de 1884, ella no tuvo entonces tiempo de dejarnos sus comentarios. Y no tenemos escritos del estatuario.



    Según las sospechas de la familia Bashkirtseff, ¿Saint-Marceaux sería judío por haber hecho el busto de Maurice Hecht? Esta cabeza en terracota data de 1876. Existe en la actualidad un ejemplar en el museo de Chalons en Champagne. En cuanto al mal estómago del artista, ¿no sería un pretexto para evitar las comidas en grandes compañías porque Saint-Marceaux detestaba las mundanidades, el ruido, las multitudes? Puesto que sufría de dolorosos reumatismos, evitaba las corrientes de aire y los enfriamientos y debía elegir cuidadosamente los lugares adonde iba. Los resaltes familiares reportados por Marie Bashkirtseff son testimonio del marcado antisemitismo de ciertos medios, en este caso, la nobleza rusa emigrada y desventurada.

    René de Saint Marceaux presenta el busto de Ernest Renan (1823-1892) en el Salon de 1883 y cuando Marie el 14 de junio de 1883 ve pasar al gran escritor-historiador-filósofo en su coche de alquiler, ella lo reconoce y exclama «¡Vaya un parecido, al menos!»

    Pero enseguida reaparece la sospecha «Renan, que estudió la Judea y el judaísmo... ¡Cada vez más judío Saint-Marceaux!» Ella vuelve a ver a Ernest Renan a la muerte de Tourgueniev (1818-1883): el cuerpo del célebre escritor ruso era «remitido a Rusia. Gran ceremonia de adiós en la estación. Discurso de monsieur Renan, de Anout y de Vireouboff. Renan, a quien veo a través del busto de Saint-Marceaux, estuvo muy bien»

    Ella contrata un modelo para hacer «escultura en bulto redondo, a partir de las indicaciones de Saint-Marceaux». Y el 26 de julio de 1883, cuando había desbaratado sus conjuntos en arcilla salvo uno, es sorprendida por la visita de Saint-Marceaux: «Atención a las palpitaciones del corazón... Me pongo, me quito y me vuelvo a poner dos vestidos, lo hago esperar largo rato y al fin lo recibo, mal arreglada y colorada.» Ella encuentra divertido que el escultor se indigne contra la producción de «la escuela moderna, los naturalistas y los documentos humanos», que él «no tenga problemas en aporrear sobre todo» y aprecia: «es mejor que esa hipocresía que hace que se le otorgue talento a todo el mundo» Saint-Marceaux le dice que continúe así pero no le prodiga cumplidos. «Nunca me dijo eso que dicen todos, qué bello es trabajar, pero usted trabaja seriamente aunque no sea trabajo de mujeres, pero usted tiene talento... Parece encontrar absolutamente simple que yo trabaje... Desde hace algunos meses ha venido tres o cuatro veces y me siento familiarizada con esta felicidad».

    Ella continúa su trabajo con valentía a pesar de la enfermedad y los tratamientos que debe sufrir: quemaduras a cada lado del pecho, aceite de hígado de bacalao, arsénico y leche de cabra. Esas circunstancias la aproximan ciertamente a René de Saint-Marceaux, él mismo reducido a su condición de ser humano sufriente por sus dolorosos reumatismos articulares.

    Jules Bastien-Lepage, el pintor, se vuelve muy presente en el Diario a partir de agosto de 1883. «Es pequeño, y es feo para el vulgo; pero para mí y para la gente de mi región, esa cabeza es encantadora... Está celoso de Saint-Marceaux... ¡Bonito triunfo!»

    La joven admira el talento del pintor. «Posee todos los secretos de la epidermis, lo que hacen los demás es pintura; él, la naturaleza misma.» Ella quiere imitarlo. «¡No quiero que sea pintura, quiero que sea piel y que vibre!»

    Admira a la vez a Bastien «el pintor de las almas, por más enorme y monstruosa que pueda parecerles esta aserción» y a «Saint-Marceaux [que] representa también a las almas...» Marie se pregunta: «Veamos, ¿a cuál de los dos prefiero? No sé nada... pero ni el uno ni el otro son buenos partidos [y] Saint-Marceaux tiene una ligadura»

    Sus dudas se derrumban cuando ella piensa en su arte. «La idea de un cuadro o de una estatua me tienen despierta noches enteras, jamás el pensamiento de un lindo señor ha hecho otro tanto.»

    Su Diario cesa el 20 de octubre de 1884 y ella muere el 31.

    Escribió hasta el final y según su voluntad René de Saint-Marceaux se encargará de esculpir el busto que ella destinaba a su mausoleo construido por Émile Bastien-Lepage, el hermano de Jules, entre noviembre de 1884 y abril de 1885.

    Marie es representada con la cabeza muy erguida, los hombros al descubierto, el escote casto subrayado por el pequeño volante del vestido de mangas cortas, el alto del pecho dibujado por la blusa moldeando los dos senos, un chal cruzado envuelve el busto y se apoya sobre la paleta que oculta el pedestal. La base del soporte del conjunto lleva el nombre de Marie en letras esculpidas en relieve.



    El rostro orgullosamente tenso está enmarcado por ligeros mechones, el rodete rizado deja libre la nuca y las orejas, los rasgos regulares se extienden a los pómulos redondeados y se concentran sobre el mentón ahuecado y en una boca pequeña con un mohín que semeja al de un niño un poco triste o que va a llorar; los ojos calados animan ese rostro de expresión seria y tensa.

    Esta estatua de mármol blanco deseada por Marie para su tumba ya no está allí. Fue quitada por su familia y por el momento permanece ilocalizable.

    Existen dos bustos catalogados en el museo Rodin, uno en yeso y otro en terracota. Este último está señalado como N° 2 sobre los pliegues del dorso, es entonces ciertamente una reproducción.
    El yeso es un poco más grande 92 cm. contra 84 de la terracota.

    Otro ejemplar del busto de Marie se encuentra en el museo nacional de arte occidental en Tokio, colección Matsukata Ese mármol blanco data de 1895 y tiene 94 cm. de altura.



    Saint-Marceaux ha podido tomar conocimiento del Diario de Marie en 1887, en la edición presentada por André Theuriet en dos volúmenes; luego, de la correspondencia con Guy de Maupassant entre marzo y mayo de 1884, publicada en 1891.

Marguerite Jourdain-Baugnies (1850-1939),
se casó en 1892 con René de Saint Marceaux. 
Dejó escrito un Diario reeditado en 2007 por Éditions Fayard. 
En la imagen, su retrato por Pauline Carolus-Duran.
    El escultor no pudo ignorar la importancia que él ha tenido para Marie, tanto desde el punto de vista sentimental como artístico. ¿Cuáles han sido sus sentimientos al respecto? Simplemente podemos decir que no se casó sino a los cuarenta y siete años con la viuda del pintor Eugène Baugnies quien ha escrito un Diario, precioso para seguir el trabajo de Saint-Marceux.




    Sin saberlo, Marie ha oficiado de testigo  de cara a alguien que era «realmente muy modesto» y que no ha dejado huellas escritas de su trabajo de escultor. Su Diario es, entonces, un documento precioso para conocer mejor la personalidad de René y las relaciones profesionales y amistosas, tal vez sentimentales, que han reunido a los dos jóvenes artistas. ⬜




© Lucette Turbet
Presidenta de la Asociación René de Saint-Marceaux
lucette.turbet@laposte.net



¹ Estos artículos aparecieron en el Bulletin de Liaison (Boletín de Enlace) del Cercle des Amis (Círculo de amigos) de Marie Bashkirtseff, N° 48, julio de 2018 y N° 43, marzo de 2013, respectivamente. (Versión en español por el autor de este blog).

© Crédito de las fotografías de las esculturas «Mademoiselle B.»«La música»: Lucette Turbet, prohibida la reproducción sin previa autorización: saint-marceaux @orange.fr  






Del Índice de personajes citados en el Diario de Marie Bashkirtseff.

René de Saint Marceaux en el Glosario de la versión en español del Diario de Marie Bashkirtseff, de próxima aparición, actualmente en etapa de revisión general. La edición constará de dos volúmenes con un total de poco más de mil seiscientas páginas, de las cuales alrededor de cien estarán ocupadas por este índice de los miles de personajes citados —la mayoría mencionados sólo por el apellido— a los cuales en gran medida hemos podido identificar para este trabajo de traducción. La edición integral en francés del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff publicada entre 1995 y 2005 abarca dieciséis tomos. Esta versión en español es una selección de textos escogidos que representan un cuarenta por ciento del total, con una rigurosa continuidad narrativa, en la que se pretende rescatar a la verdadera Marie Bashkirtseff para el público hispanoparlante. 






Marie Bashkirtseff dixit: ¡Ustedes tal vez creen que se trabaja con los ojos y con los dedos!
Ustedes, burgueses, ustedes no sabrán jamás lo que se necesita de atención sostenida, de comparaciones continuas, de cálculo, de sentimiento, de reflexión para llegar a algo...
(Sábado 13 de abril de 1878)




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